Aubrey Plaza y Maisy Stella in ‘My Old Ass’
Odio darle consejos a la gente que atraviesa un duelo, de hecho mi consejo favorito es para los que no están en duelo: Dejen de dar consejos. Aunque esta vez, con el derecho que pertenecer a este horroroso club me otorga, quisiera decirles lo que cualquiera que ha perdido a alguien necesita escuchar: Si de verdad hubiera estado en tus manos, seguirían aquí… Es así de simple y complejo.
Y de todas formas fantaseamos con la idea de haberlo sabido, de encontrar alguna fórmula mágica que pudiera cambiar las cosas. Y no hay mejor forma de explorar universos alternativos que la ficción.
Odio los “hubieras”, definitivamente están entre mis peores pesadillas. Trato de evitarlos a toda costa, a veces de forma temeraria, y sé que ese impulso colorea mi forma de vivir con un sentido de urgencia difícil de igualar, casi imposible de comprender para otros que no han tenido las mismas experiencias. Pero he aprendido a tener paciencia, porque es cierto que algunas cosas maravillosas toman su tiempo. La realidad es que nunca sabré a ciencia cierta si este sentido de urgencia es realmente mío o del duelo que me conforma. Quizás somos ambos un todo indiscernible, porque por mucho que haya querido escaparme de él, me ha acompañado desde que era casi una niña, y aunque no me define, es parte de lo que soy.
El punto es que rara vez me trago un “te quiero”. Y si no te lo digo con esas palabras me aseguro de demostrártelo de todas las formas posibles, porque sin importar lo que pase mañana, no soporto un “y si hubiera…”.
Pero la profundidad del duelo que derrumba y desordena todo lo que creías saber de la vida, te arroja al más imposible de los “hubieras”. Inevitable y devastador, la peor clase de pensamiento mágico. Y uno al que todos los que hemos perdido a alguien nos hemos acercado: Podrías haberlos salvado, si tan solo hubieras hecho una, o dos, tres o quizás doce cosas de forma distinta. De pronto parece que tuviéramos superpoderes místicos. La culpa del sobreviviente y la ilusión de control abren las puertas a ese universo alternativo, uno donde podrías haber evitado perderlos, podrías evitar este dolor.
“Mi yo del futuro” es una visión contemporánea del viaje en el tiempo, donde Elliott (Aubrey Plaza), se encuentra con su yo adolescente (Maisy Stella). Y creo que cualquier treintañera puede identificarse con lo realista de esta confrontación. Todas nos hemos preguntado qué nos diríamos…¿Nos convertimos en lo que soñábamos? (No tienes idea lo que la vida nos tiene preparado, maravilloso y mágico y dolorosamente devastador, por tratar de nombrarlo). La sensación de celos que despierta nuestra propia ingenuidad, el espacio previo de no saber, la antesala al dolor… Y Aubrey la interpreta con vulnerabilidad, misterio y delicioso humor negro.
Parece que el propósito central de su yo del futuro es evitar que conozca a alguien a toda costa. Con mi propia experiencia sobre trauma y contar historias, fue clarísimo que era justo eso lo que estaba tratando de eludir, su propio trauma. Pero no es lo que imaginamos.
Chad es encantador, un adolescente del que le es imposible alejarse. Y la verdad es que no muestra ninguna señal de peligro, es taaan lindo, deberían estar juntos, hacen muy buena… ¡Ah! De pronto caigo en cuenta, como balde de agua fría. Sé exactamente a dónde va esto. Se siente incómodamente familiar. Quiere evitarlo porque ES traumático, porque le cambió la vida. El misterio y humor negro y el No-te-puedo-decir-exactamente-si-tenemos-o-no-tenemos-lo-que-queríamos-porque-en-parte-sí-y-en-parte-no, viene del trauma de perder a alguien que amas, de las formas que a veces tratamos de evitar el amor por su inevitable lazo con el duelo. Pero no importa lo mucho que intentemos cambiarlo, al final no existe uno sin el otro.
Alejandra y Pablo en Tequesquitengo, Morelos, junio 2017
Yo perdí a uno de los grandes amores de mi vida. Porque así es como Pablo merece ser recordado en mi historia, en nuestra historia. No es un “ex-novio”, como a alguna gente imprudente le ha llamado, como si la muerte diluyera el lazo. Me topé con lo difícil que es, que aparentemente las etiquetas no alcancen para justificar el dolor que cargamos, para nombrar un amor así, para darle su merecido espacio en el infinito.
Perder a alguien de esa manera te deja con muy pocas formas tangibles de medirlo. Parece que es reemplazable porque no es un lazo de sangre y no estaban casados. Tratamos de entender el amor con definiciones bastante limitadas para algo tan incomprensible, algo que es mucho más grande que nosotros y que nadie ha logrado encapsular.
Él se merece la definición poética. Yo me merezco poder nombrar este amor.
Pero hoy sé que es uno de los grandes amores de mi vida, porque eso es justo para él, pero ser uno de ellos, la posibilidad de más, es justo para el amor. Es justo para mí. Pablo me ha enseñado todo el amor del que soy capaz, incluso dentro del duelo más devastador.
Y de todas formas tengo que confesar que aunque haya sido por un breve momento de ¿Cómo voy a sobrevivir esto?, me he preguntado cómo hubiera sido mi vida si no hubiera conocido a Pablo. Y es que esa es la diferencia con el amor (aparentemente reemplazable) romántico. Es un amor que elegimos. Y me gusta que aunque sea por un breve momento de ciencia ficción, la película nos permita explorar el dilema.
¿Qué hubiera pasado si a mi yo adolescente no le hubiera cautivado su rebeldía e irreverencia, su impulsividad, su incomparable inteligencia? ¿Si nunca hubiéramos hecho equipo en la alberca, yo sobre sus hombros, en esas primeras interacciones cargadas de sexualidad que nos hacían darnos cuenta de que el otro nos gustaba? ¿Si no hubiéramos descubierto qué buen equipo hacíamos, la adrenalina de ganar juntos? ¿Qué hubiera pasado si nunca nos hubiéramos reencontrado, enamorado, planeado construir una vida?…
Percy Hynes White y Maisy Stella (foto cortesía de Prime)
Lo que me gusta de esta exploración es que nos recuerda las conexiones inevitables, esas que tenemos con la gente que escogemos, aunque no sepamos exactamente en qué momento se volvieron inminentes. Hay algunos encuentros que son inexplicables, e incluso si tu yo de treinta y tantos trata de decirte que no… Algunas cosas están predestinadas.
La verdad es que no lo cambiaría. No evitaría amar a Pablo. Es una de las cosas que con más facilidad se me han dado en la vida. Y sé que de esa forma elijo abrirme una vida de evitar los “hubieras” y abrazar los “¿por qué no?”.
Una vida llena de amor, llena de riesgo, de sorpresa y aventura. Justo como a Pablo le gustaría. Pero sobre todo, exactamente cómo quiero vivir.
P.D. ¡Feliz cumpleaños, chang! Te amo. Donde quiera que estés.
Alejandra Redondo es una actriz mexicana, escritora, y cofundadora del No Estás Solo Club.
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